La definición de suicidio, los síntomas, los tratamientos… son factores que encontramos en todos lados, de manera tan técnica que, a veces no entendemos o lo sentimos que no va dirigido hacia nadie. Por eso es que aquí, no esperen encontrar cifras, porcentajes, nombres de medicamentos, direcciones de consultorios; vayamos haciendo que los artículos de temas importantes tengan destinatario y no sólo sea un adorno más para una página de consulta: y ¿Qué crees? Tú eres mi destinatario…
Atentar contra la propia vida es un delito en donde debería de existir un castigo, pero no un castigo al que comete o cometió esa falta a la moral, más bien, a la sociedad que le rodea. Porque, cuántas veces nos hemos enterado de casos de suicidio en donde la persona que lo cometió tenia problemas de depresión, se sentía desadaptado, se sentía sólo, etc., y su familia, amigos, conocidos, aseguran no haber notado nada raro en esa persona o, si lo notaron, decidieron dejarle a alguien más la responsabilidad que implica escucharlo y ayudarlo. Esto no es un caso especial, por lo regular así es, es un poco predecible. Porque no existe algún hombre al que después de escuchar problemas no le llegue la angustia de quien los escucho; se sienta mal, y decida alejarse de esa persona, o igual, decida ayudarla, pero su incredulidad de que le pueda pasar algo o de que sea muy grave, hace que lo desatienda y no le da la importancia adecuada.
Sin tanto rodeo, la sociedad implica demasiado en la autoestima de cada individuo que la conforma y en un momento de depresión, ya decida ayudar al individuo o alejarse de él, ésta (la sociedad) lleva un enorme grado de culpa ante la muerte de uno de sus miembros. Y es que, la intolerancia; la falta de respeto, la discriminación, los prejuicios… son la contribución, en la medida exacta, para que una persona se sienta desentendida, no amada… depresiva.
Yo creo que no podemos culpar al que intentó suicidarse o al que se suicidó; no podemos decir “es que tu tienes la culpa por no aguantar”, no podemos culparlo por su manera de ser, sin lugar a duda, con quien se relaciona es el problema, si es de tal cual manera es porque la sociedad lo ha formado así; tal ves exista un gramo de culpa en el sentido de que no busco ayuda, en que no acepto que tenía un problema. No se trata de hacer victima al implicado, pero deberíamos de analizar desde otro punto las cosas, y que el suicida no es del todo culpable. Más allá de la religión, más allá de que su alma perecerá en el infierno, lo que aquí importa es el entorno en el que se encontraba. La “realidad”, el aquí y el ahora.
Es muy fácil decir “hay ya, no es para tanto, todos tenemos problemas”; si de hecho todos los tenemos pero, no todos los percibimos de igual manera, eso es algo muy importante. Si queremos ayudar a alguien, AYUDEMOS BIEN… en esos momentos de angustia, lo menos que una persona quiere escuchar es “hay no es para tanto, mira a fulanita le paso que…” que le va interesar saber los problemas de otros, en esos momentos es esa persona la que necesita atención y hay que darle la importancia debida por cosa pequeña que nos parezca. No esperemos hasta que haya un intento de suicidio o una muerte para entender al implicado, aunque exista mucha complejidad en el ser humano, podemos llegar a captar y entender para poder ayudarlo, porque, por si ya lo habíamos olvidado, nosotros también recibimos tal vez los mismos problemas, pero al fin de cuentas todos tenemos que salir delante de alguna u otra forma, y si tenemos a nuestro alcance un hombro, ¿Por qué no apoyarse de él?
Antes de un psicólogo, de un psiquiatra (si el asunto no esta fuera de nuestro alcance) seamos capaces de ofrecer ayuda, porque en esos momentos el implicado se siente mejor cuando quien lo ayuda es alguien que lo quiere o a quien él quiere. Aunque algunas personas lo tengan como cursi, el amor es fundamental para que el enfermo se sienta mejor.